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El frijol (Phaseolus vulgaris L.) es importante en la dieta mexicana, es cultivado en todas las regiones de México en 1 690 000 ha, con una producción de 1 289 000 t y consumo per cápita de 11 kg. Guerrero es sexto estado productor nacional de frijol con 27 014 productores y una producción de 11 155 t. El objetivo fue la caracterización socioeconómica y productiva de productores de frijol nativo de nueve comunidades en tres regiones de Guerrero, México. Una entrevista con preguntas sobre variables sociales, económicas y productivas se aplicó a 117 productores de frijol de nueve comunidades en tres regiones (Norte, Centro y Montaña) de Guerrero, México. A los datos recabados se aplicó un análisis de conglomerados, mediante análisis factorial para la selección de variables y la elaboración del clúster jerárquico con el método de Ward y la distancia euclídea, resultando siete grupos de productores. 63.2% son hombres, el 62.4% con nivel primaria, 17% habla una lengua indígena, la edad promedio fue de 48 años y 59.8% utiliza mano de obra familiar para el cultivo de frijol. La agricultura es su principal actividad económica, con 22 años de experiencia en este cultivo, sembrado en 0.8 ha con rendimiento medio de 250 kg ha-1. Los resultados contribuyen en la identificación de problemas sobre el proceso productivo, manejo poscosecha y comercialización, así como de los actores que limitan la productividad del frijol, poniendo en riesgo su conservación a largo plazo en algunas comunidades de Guerrero, México.
comercialización, comunidades, conservación, producción.
Los cultivos son esenciales en las zonas rurales por su contribución en la alimentación, en la conservación del medio ambiente, en la economía local y la vinculación social de las comunidades para favorecer su desarrollo sustentable (Ayala y García, 2009). Dentro de esos cultivos está el frijol (Phaseolus vulgaris L.), al ser fuente de proteínas, carbohidratos, cobre, níquel, manganeso, nitrógeno, fósforo, calcio, hierro, fibra, ácido fólico, tiamina, magnesio, potasio y zinc (USDA, 2000).
En el mundo, el frijol es uno de los alimentos más importantes para el consumo humano, con una tasa de crecimiento en la producción del 3.3% (2012-2018), India es el principal productor mundial con 17.3% (4.9 millones de toneladas), seguido de Myanmar (16%, con 4.6 millones de toneladas) y México ocupa el séptimo lugar con 4% (1.2 millones de toneladas) (FAO, 2017).
El rendimiento medio mundial de frijol es de 1.5 t ha-1, destacan Estados Unidos de América, China, Myanmar y Etiopía con los mayores rendimientos (2, 1.7, 1.6 y 1.6 t ha-1, respectivamente), mientras que en México el rendimiento es menor (0.7 t ha1). En 2017 el consumo anual mundial fue de 3.6 kg por persona y en 2021 en México el consumo de esta leguminosa fue mayor (11 kg por persona), por ser básica en la dieta mexicana, principalmente en las zonas rurales (CEDRSSA, 2020).
En México, la producción de frijol es insuficiente, ya que importa el 10.8% del consumo total y 70% de la producción de frijol en México proviene de pequeños y medianos productores, quienes cultivan alrededor de 20 variedades mejoradas y 50 criollas, con la mayor producción en el ciclo primavera-verano debido a que el 86% de la superficie cultivada con esta especie es de temporal (SIAP, 2022).
A nivel nacional, Guerrero ocupa el sexto lugar con 11 155 t anuales de frijol en 15 421 ha (SIAP, 2017). Las unidades productoras son sistemas heterogéneos definidos por aspectos agroecológicos, económicos, sociales y productivos de cada productor, asociados a problemas en sus cultivos, en el suministro de insumos, en la comercialización, crédito y financiamiento, información de mercados, altos costos de transacción, vías de comunicación, carencia de infraestructura productiva y sistemas de almacenamiento, falta de asesoría técnica y apoyo fitosanitario (Ayala et al., 2011; INIFAP, 2015; CEDRSSA, 2020), además, la continuidad del ciclo agrícola ha sido afectada por problemas de liquidez, transporte y menor demanda como resultado de la pandemia por el Covid-19 (Salazar et al., 2021).
Bajo este contexto, es necesario conocer a profundidad las necesidades y recursos de los productores, para implementar políticas de atención integral, especializadas, sostenibles y socialmente justas por áreas rurales para garantizar la seguridad alimentaria (Altieri y Nicholls, 2013). Ante ello, la categorización es una herramienta que permite conocer las características de los productores a través del estudio de variables económicas, sociales y productivas.
Esta es una herramienta para identificar variables comunes entre productores y mejorar su condición de vida, como se ha reportado en productores de maíz de bajos ingresos en transición en Campeche (Uzcanga et al., 2015), con productores de maíz de temporal de auto subsistencia en Veracruz (Jaramillo et al., 2018), productores de maíz en Chiapas (Martínez et al., 2020) y productores orgánicos de café no especializados en proceso de conversión en Cuetzalan, Puebla (Benitez-García et al., 2015).
La caracterización y clasificación de los productores señala la importancia de la pluriactividad como ventaja para el desarrollo económico (Corona-Minjarez et al., 2019); es decir, analiza las actividades actuales bajo las que el productor obtiene sus ingresos y propone actividades potenciales que le permitan compensarlo. Por lo anterior, el objetivo de la investigación fue la caracterización socioeconómica y productiva de productores de frijol nativo de nueve comunidades en tres regiones de Guerrero, México.
Se elaboró y aplicó un cuestionario con variables sociales, económicas y productivas a 117 productores de frijol en nueve comunidades (Cuadro 1) de las regiones Norte, Centro y Montaña de Guerrero, México.
La información se concentró en una hoja de cálculo de Excel y se realizó un análisis de conglomerados jerárquico con el paquete estadístico Statistical Package for the Social Sciences (SPSS) Versión 21. Primeramente, se realizó la selección y reducción de variables a través del análisis factorial por componentes principales.
Los grupos formados se validaron mediante análisis de varianza (Anova) para verificar la hipótesis nula (Ho): medias iguales entre los grupos formados o la hipótesis alterna (Ha): al menos una media es distinta, se aceptó la Ha. Para indicar la proporción de varianza en las variables causada por factores subyacentes se usó la prueba de Kaiser Meyer y Olkin, esta menciona que cuando los valores son cercanos a 1 los grupos están bien formados, el valor fue de 0.68 y la prueba de esfericidad de Bartlett resultó altamente significativa (0.00), conformando siete grupos (Figura 1).
Las variables resultantes del análisis factorial para la formación de los grupos fueron: género del productor, lengua indígena, seguridad social, fuente principal de mano de obra, prácticas de almacenamiento y tipo de terreno (temporal o riego).
Los Cuadros 2, 3 y 4 muestran las características sociales, económicas y productivas de los productores entrevistados. La edad fue de 42 a 56 años, siendo mayor en el grupo siete, ésta condiciona la continuidad del cultivo por la aceptación a la transferencia tecnológica y capacitación o por la disminución de la capacidad física para las labores agrícolas, ya que 89.9% de los productores agrícolas mexicanos superó 40 años; es decir, 44.1% tienen de 40 a 60 años y el 45.8% más de 60 años (INEGI, 2019).
Aunado a lo anterior, a excepción del grupo cinco (13 años) los productores mencionaron más de 20 años de experiencia en el cultivo de frijol, similar con productores del norte de México donde el 65.2% tiene de 20 a 60 años de experiencia en este cultivo (Borja et al., 2021). El grupo cinco es el único que recibe escasos apoyos gubernamentales (26.1%) y utiliza menos mano de obra familiar (30.4%), recurriendo a jornales (69.6%) y en el año 2022 registró el menor precio de venta por kg ($23.82), a pesar de que el 95.7% de los productores lo establece.
En escolaridad, los grupos uno, seis y siete lo conformaron productores con nivel universitario y en el resto predominó primaria, en contraste, 47.8% de los productores de frijol del norte de México tienen estudios universitarios, determinante en la adopción de tecnologías, lo que favorece la disminución de la pobreza (Ordaz, 2009; Borja et al., 2021), al influir en el ingreso, en este sentido, el ingreso medio mensual de los productores es de $2 000.00, con gastos mensuales mayores ($2 861.13 en promedio), cuyo déficit resarcen con actividades económicas complementarias (Pérez y Galindo, 2003).
En seis grupos destacaron hombres (70.9%) en el cultivo de esta leguminosa y en el grupo cuatro las mujeres, a consecuencia de la migración de los hombres en busca de trabajo (Rojas, 2017), en México 17% de los responsables de las unidades de producción son mujeres y 83% hombres (ENA, 2019); sin embargo, INEGI (2020) reportó 1% de participación de la mujer en el campo. Todos los grupos usan mano de obra familiar, principalmente el grupo tres (93.8%) y seis (95.8%), mientras que, el uno y cinco contratan más jornales, con salarios de $185.00 (grupo siete) a $227.08 (grupo seis) por día, la intervención de familiares en este cultivo varia de 1 (pareja) a 13 (hijos, primos y sobrinos) lo que disminuye el costo de mano de obra (Pérez y Galindo, 2003).
Otras fuentes de mano de obra en los grupos uno, dos, tres, cuatro y siete, son la ayuda mutua entre productores o familiares sin remuneración, implica la reciprocidad en el trabajo con beneficio mutuo de los participantes. Con respecto a productores hablantes de lengua indígena, los grupos dos, tres y cuatro hablan náhuatl, lo que puede representar un obstáculo para la transferencia de tecnología (ENA, 2019).
El 92.3% de los productores tienen vivienda propia, garantizando su seguridad patrimonial y su enfoque en trabajar para cubrir necesidades básicas. Tienen en promedio 4.3 hijos, superior a la media (2.2 hijos) nacional (INEGI, 2020). 50% cuenta con servicio básico de salud, excepto los grupos cuatro y cinco quienes están limitados a este servicio por falta de políticas de salud pública de calidad e incluyentes, aunado a falta de hospitales, personal calificado y equipos básicos (Amaro, 2010).
El grupo cinco recibe menos apoyo de programas de gobierno, 57.9% de los productores es beneficiado con programas como el de abasto de fertilizante, producción para el bienestar y sembrando vida. En el mismo contexto, 57.4% de los productores entrevistados prefieren apoyos en especie (insumos), 17.8% en efectivo y 24.8% eligen capacitación y asesoría, aunque los apoyos en efectivo logran mayor impacto y aumentan el ingreso del hogar (Davis, 2004).
Sin embargo, es importante incentivar a los productores para aumentar la producción y la superficie sembrada (Guzmán et al., 2019). Ya que, cuando los productores tienen problemas en su cultivo, recurre a otro productor (47%), a proveedores (37.6%) de insumos, al técnico (13.7%) y a centros de investigación o educación agrícola (1.7%). Aunque, el grupo seis (91.7%) resuelven problemas de su cultivo de productor a productor, en cambio, el grupo cinco (91.3%) consulta a su proveedor de insumos.
La principal actividad económica (88.9%) de los productores de frijol es la agricultura, complementada con la ganadería, labores domésticas, jornal, venta de leña, comercio, elaboración y venta de artesanías. La producción de frijol es para autoconsumo y comercialización (93.2%) en mercados locales (FAO, 2003), en México, 75% de las unidades de producción destinan sus productos para autoconsumo sin o con mínima vinculación en el mercado (FIRA, 2015).
El 30.8% de la tierra usada para este cultivo es ejidal, debido a que el territorio de Guerrero supera 1 000 ejidos y cerca de 200 comunidades agrarias (Gobierno del estado de Guerrero, 2016) aunque, todos los grupos también rentan el terreno (33.3%), con pagos anuales de $1 200.00 a $8 000.00 ha-1 en efectivo o en especie, según lo convenido, situación similar con productores de frijol en Zacatecas, donde 72.7% son ejidatarios y 4% arrendatarios, cuya forma de organización es de mediero o terciador, que consiste en un acuerdo entre el ejidatario o dueño del terreno con un agricultor, repartiéndose los costos de producción después de la cosecha, el arrendatario recibe la mitad (mediero) de ésta o en su caso un tercio (terciador) (Pérez y Galindo, 2003).
Los productores (64.1%) tienen animales de carga, vehículos, carretas y alguna maquinaria agrícola para las labores del cultivo de frijol y de otros, ENA (2019) mencionó que 60.2% de los productores agrícolas usa coa o azadón, 25.3% utiliza animales de carga, 29.2% y 15.1% usa sembradora y cosechadora, respectivamente.
Las tierras destinadas al frijol son de temporal (76.9%) y riego (16.2%), concentrado en los grupos uno a cuatro y el 6.9% de temporal y riego, exclusivo del grupo uno, en México, 79% de la superficie agrícola es de temporal (ENA, 2019) y 76.1% de dicha superficie se destinada a frijol (INIFAP, 2015a).
La mayor superficie cultivada de frijol es de 1.3 ha por productor en los grupos uno y siete, respectivamente, superficie inferior a la de productores en Zacatecas, con 17.9 ha para este cultivo por productor (Pérez y Galindo, 2003). El rendimiento medio en las comunidades de Guerrero es de 0.2 t ha-1, valor distante de la media regional (0.8 t ha-1) (INIFAP, 2015b), nacional (0.7 t ha-1) y mundial (1.5 t ha-1) (CEDRSSA, 2020).
Los productores (89%) siembran un ciclo de frijol al año, con variedades criollo, americano, negro, flor de mayo, costeño, montañero, chaparro, de matón, de caña, jamapa, apalete, peruano, chino, de guía y blanco, predominando el frijol negro (38.5%) por su mayor consumo (CEDRSSA, 2020), 82.9% utilizan semillas de la cosecha anterior, en México, representa 7% de la producción, permitiendo la conservación de semillas nativas, estas se siembran al voleo, tresbolillo, mateado o a chorrillo con 10 000 a 18 000 plantas ha-1, según la variedad, para frijol negro se sugiere 150 000 plantas ha-1 y para pinto, azufrado y flor de mayo de 80 000 a 90 000 plantas ha-1 (INIFAP, 2015b). Esta especie se siembra asociado (37.6%) con maíz, maíz-calabaza, chile, tomate, jamaica o en rotación con maíz, sandía y cacahuate, el cultivo de frijol es fertilizado con fuentes de síntesis química, pero con dosis inadecuadas y de manera excesiva (INIFAP, 2021), mientras que 48.7% aplica estiércol de ganado o deja los residuos de la cosecha anterior en el terreno e incorporan al preparar el terreno para la siembra.
La ENA (2019) menciona que 67.4% de los productores utiliza fertilizantes químicos y 24.4% emplea abonos naturales en sus cultivos, mediante 1 a 2 t de estiércol y composta (INIFAP, 2015a). En el presente trabajo, 12.8% de los entrevistados fertiliza durante la siembra, 71.8% en etapa vegetativa, 6% en floración, el resto en otras etapas. 69.2% fertiliza dos veces durante el ciclo, 23% una vez y el resto (7.8%) en tres ocasiones; Osuna et al. (2013) sugiere la fertilización antes de la floración, prefloración y llenado de vainas. El 70.9% de los productores fertiliza al suelo, 12% foliar y el resto ambas, sin considerar los requerimientos del cultivo, aportes del suelo y de las fuentes fertilizantes usadas, condiciones climáticas, variedad y manejo (INIFAP, 2021).
Otro problema del cultivo de frijol en las comunidades estudiadas de Guerrero son los daños por plagas, principalmente por mosca blanca (Bemisia tabaci) (71.8%), el resto lo ocasiona la araña roja (Tetranychus urticae), chapulin (Brachystola magna), conchuela (Epilachna varivestis) y pulgón (Aphis fabae); las enfermedades que destacan son: la marchitez (Fusarium sp., Rhizoctonia sp., Phytium sp.), mancha negra y tizón (Phytophthora sp.), entre otras. Para su control, 47.3% de los productores aplican productos de síntesis química mensualmente (grupo seis), 38.7% semanalmente, 7% quincenalmente y el resto no aplica; mientras que, el control de malezas es manual (Pérez y Galindo, 2003).
La cosecha y desvaine del frijol también es manual y 95.7% de los productores lo almacenan en costales de ixtle, tambos y bolsas de plástico para su posterior comercialización (62.3%), autoconsumo (28.2%) o acopio (9.5%); aunque, se sugiere su almacenamiento en cajas herméticas de plástico por su durabilidad y fácil limpieza (FAO, 2003); no obstante, su adquisición depende de la economía del productor. El frijol es almacenado por periodos de una semana a un año, el 61.5% adiciona fosfuro de aluminio para el control de plagas como el gorgojo (Acanthoscelides obtectus), otros colocan ceniza, cal y epazote seco, para evitar pérdidas (1 a 8 kg), pues las plagas en almacenamiento pueden ocasionar pérdidas del 20% (INIFAP, 2015a).
La comercialización del frijol es a granel en el domicilio del productor y en mercados regionales, con medidas locales, por L (19.5%), almud (3.8%), cuartillo (12.1%), kg (14.6%) y maquila (50%), a distintos precios: un L de $18.00 a $40.00, el kg de $35.00 a $45.00, cuartillo de $25.00 a $80.00, almud de $200.00 a $250.00 y maquila de $100.00 a $150.00, precios que generalmente establece el productor (74.4%), sin embargo, estos no reflejan todos los costos implícitos desde la producción hasta el consumidor final.
Adicionalmente, los consumidores cada día exigen más servicios de comercialización según sus necesidades, provocando menor participación del productor y mayor de intermediarios en el precio (Santillán et al., 2019), la falta de competitividad del productor en el precio afecta la autosuficiencia alimentaria de este (SIAP, 2019) además, el crecimiento de las importaciones (10.1%) también impactan en el precio, disminuyó de 4.9% de 2017 a 2018, de $13 484.20 a $12 264.50 t-1 (CEDRSSA, 2020), de estas importaciones 81.1% corresponde a frijol negro (FIRA, 2015), ocasionando un conflicto entre los precios de lo producido y lo importado, sobre todo en los meses (abril y mayo) de mayor ingreso de frijol al mercado nacional (SIAP, 2019).
Los problemas que también enfrenta el cultivo de frijol son: el clima (CEDRSSA, 2020; INIFAP, 2015); falta de paquetes tecnológicos acorde a las características de las comunidades; altos costos de producción, sobre todo en los insumos (fertilizantes, agroquímicos, etcétera); la comercialización (bajo precio de venta, deficiencias en almacenamiento y canales de comercialización, etcétera) (INIFAP, 2015b); falta de financiamiento, seguridad, capacitación, transferencia de tecnología y de apoyos oportunos por parte del gobierno (Ayala et al., 2011).
ENA (2019) señaló que en México el 73.8% de las unidades de producción reportaron altos costos en insumos y servicios y 33.1% dificultades en la comercialización debido a precios bajos del producto, mientras que, 8.4% de las unidades productivas tuvieron acceso a financiamiento, con apoyos gubernamentales de $2 000.00 MXN en el año 2021 para productores de grano de pequeña escala (menores de 5 ha de temporal), insuficiente para cubrir los costos de producción por ha de frijol, con una inversión promedio de $5 041.66 MXN ha-1, similar a lo reportado ($6 600.00 MXN ha-1) para el cultivo de frijol en Chihuahua (INIFAP, 2015a).
Los productores de frijol en las comunidades de Guerrero, México estudiadas mostró heterogeneidad en aspectos, productivos, sociales y económicos, lo que influye en baja productividad y competitividad en el mercado local y nacional de esta leguminosa. Aunque presentaron similitudes en la edad, gastos mensuales, escolaridad y años de experiencia en dicho cultivo. En el proceso productivo del frijol, predominó la mano de obra familiar y el cultivo variedades locales en tierras de temporal, con rendimientos bajos respecto a la media nacional.
La identificación de problemas en el sistema de producción de frijol en las comunidades estudiadas de Guerrero, México, sugiere la creación de políticas públicas de apoyo en toda la cadena productiva de esta leguminosa, desde la asesoría y capacitación en la parte productiva, postcosecha y almacenamiento, hasta la comercialización. Así como, servicios y apoyos por parte del gobierno y organizaciones agropecuarias con la finalidad de asegurar la soberanía alimentaria de este grano básico en la alimentación de la población mexicana.
Borja, B. M.; Arellano, A. S.; Sánchez, T. B. I. y García H. R. V. 2021. El cultivo del frijol presente y futuro para México. Sistemas de producción de frijol en temporal en el centro norte de México: diferencias tecnológicas y económicas. Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP). Libro técnico núm. 1. 101-114 pp.
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Osuna, C. E. S.; Reyes, M. L.; Martínez, G. M. A.; Acosta, G. J. A. y Arellano, A. S. 2013. Fertilización foliar, un complemento de bajo costo para aumentar el rendimiento de frijol. Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP)-Campo Experimental Pabellón Aguascalientes, México. Desplegable para productores núm. 45.
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