Revista Mexicana de Ciencias Agrícolas   volumen 9  número 6   14 de agosto - 27 de septiembre, 2018

Artículo

Capital social, redes sociales y liderazgo en agricultura
familiar periurbana en México

Ana Lid del Angel-Pérez

Cruz Alfredo Tapia-Naranjo2

Tanith Ellid Villagómez-del Angel3

Nelda Uzcanga Pérez4

Carmen A. Hernández-Estrada5

1Campo Experimental Cotaxtla-INIFAP. Carretera Federal Veracruz-Córdoba km 34.5, Medellín, Veracruz, México. CP. 94270. Tel. 01(800) 0882222, ext. 87218. 2Sitio Experimental Querétaro-INIFAP. Luis Pasteur 414 sur, Col. Valle Alameda, Querétaro. CP. 76040. (tapia.alfredo@inifap.gob.mx). 3Universidad del Valle de México-Campus Veracruz. Urano, esq. Progreso, Jardines de Mocambo, Boca del Río, Veracruz. CP. 94299. (tanitv@hotmail.com). 4Campo Experimental Mocochá-INIFAP. Carretera Mérida-Motul km 25, Mocochá, Yucatán. (uzcanga.nelda@inifap.gob.mx). 5Campo Experimental Cotaxtla-INIFAP. Carretera Federal Veracruz-Córdoba km 34.5, Medellín, Veracruz, México. CP. 94270. (hernandez.carmen@inifap.gob.mx).

§Autor para correspondencia: delangel.analid@inifap.gob.mx.

Resumen

En 2014, el gobierno federal promovió en el país a través de la SAGARPA, el componente de agricultura familiar, periurbana y de traspatio (CAFPT). Su finalidad fue fortalecer la seguridad alimentaria con el cultivo de hortalizas, la cría de conejos y aves de postura en los hogares. Dentro de este marco se destacó una figura de liderazgo autogestivo que de forma voluntaria se integró en la organización de los grupos de trabajo. Al mismo tiempo surgieron diversas redes sociales, configurando nuevos arreglos de convivencia asociados a capital social. Por lo anterior, el objetivo de este trabajo fue analizar el impacto del CAFPT en la creación de capital social y el papel del liderazgo emergente. La información se obtuvo a través de narrativas y cuestionarios en talleres realizados en 2015 con 27 actores de San Luis Potosí y Veracruz. Los resultados muestran la emergencia de un tipo de liderazgo regido por compromisos morales cuyas acciones favorecieron la detonación del capital social. Los elementos más importantes fueron el reforzamiento de vínculos comunitarios que trascendieron la producción de alimentos y modificaron diversas esferas de la vida cotidiana, promoviendo la revalorización cultural de personas unidas en la pobreza, siendo fundamentales los principios de confianza y solidaridad.

Palabras clave: agricultura familiar, capital social, empoderamiento, redes sociales.

Recibido: abril de 2018

Aceptado: julio de 2018


Introducción

El concepto de capital social es utilizado por diferentes disciplinas, pero destaca el enfoque antropológico circunscrito a los aspectos de reciprocidad, confianza y solidaridad para el funcionamiento de las redes sociales (Mota, 2002). En este siglo, esos mismos aspectos son considerados útiles para construir arreglos institucionales efectivos y manejar recursos comunes, debido a que son pautas socialmente heredadas, y formas específicas de resolver problemas de la vida cotidiana en todo grupo humano. El capital social, por lo tanto, es un conjunto de conocimientos, normas y valores compartidos, que promueven la cooperación social y estructuran relaciones sociales (Herrera y Madariaga, 2013), donde la confianza, la reciprocidad y la cooperación, proporcionan mayores beneficios a los grupos que los poseen, comparados con los que carecen de este activo (Durston, 2003).

Estos activos generan redes más o menos institucionalizadas de conocimiento y reconocimiento mutuo, acreditan la pertenencia al grupo por provenir de la estructura social, pues son creadas por las personas para aumentar las oportunidades individuales, pero requieren de trabajo en grupo y una base de normas y valores compartidos (Saltalamacchia, 2015). La construcción del capital social opera bajo principios de reciprocidad y civismo, donde las redes son autorreforzantes y acumulativas, y facilitan un equilibrio social con altos niveles de cooperación, compromiso y bienestar. Estos patrones de interacción no se consumen con el uso, ni desaparecen con el desuso, pero son difíciles de construir de forma externa al grupo, y pueden ser destruidos.

La relación del capital social con el desarrollo y las políticas públicas, fue abordado por la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), como herramienta para reducir o eliminar aspectos negativos del desarrollo (diferencia de género, pobreza y sostenibilidad ambiental). El paradigma se centró en la creación y mantenimiento del capital social en sociedades altamente segmentadas y desiguales, para fortalecer a los actores sociales más débiles como mujeres pobres, y grupos étnicos (Atria et al., 2003). Este esquema consideró movilizar al capital social para hacer más eficientes los programas y las políticas públicas, mantener la estabilidad y superar la pobreza; sin considerar que se gestaba un proceso político de conducción vertical de la experiencia de vida de los individuos (Vargas, 2002; Ahn y Ostrom, 2009).  

A finales del siglo pasado, se comenzaron a utilizar estos mecanismos mediante transferencias focalizadas, como dispositivos de bienestar colectivo, para movilizar la solidaridad entre los pobres convertidos en sujetos de asistencia estatal, utilizando esquemas organizativos identificados con capital social, bajo el supuesto que fomentaría el compromiso cívico, las condiciones de vida, y el desarrollo de capacidades para evitar la transmisión intergeneracional de la pobreza (Cecchini et al., 2014). Diversos autores (Manzanares, 2013; Lavinas, 2014; Vite, 2014), consideran a los sistemas de protección social como formas de financiamiento de la pobreza, más que de desarrollo económico y social, que convierten a la pobreza en un problema estructural y a los ciudadanos en clientes sujetos de asistencia para superar algunas de sus carencias, relacionadas con su limitada capacidad para generar ingresos y consumo. De igual manera, no reducen la pobreza o nivelan el terreno de competencias en condiciones socialmente injustas, tampoco favorecen la movilidad social ni detonan el desarrollo (Cecchini et al., 2014; Arreola et al., 2015).

Uno de los sistemas de transferencias sociales focalizado al entorno periurbano en México, fue el componente de agricultura familiar periurbana y de traspatio (CAFPT) implementado por el gobierno federal a través de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (SAGARPA), y el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP), como instancia ejecutora técnica del programa. Comenzó en 2014 y se enfocó en mujeres y varones de hogares pobres como sujetos de desarrollo para favorecer la seguridad alimentaria; y la capacitación fue el pilar del programa. El objetivo fue impactar en la reducción de la pobreza y la seguridad alimentaria de los hogares, produciendo hortalizas, aves para huevo de plato y conejos para cría. El CAFPT se promovió a través de instancias estatales y municipales, con incentivos para adquirir insumos, infraestructura, equipamiento productivo, paquetes de huertos y granjas familiares, acompañamiento técnico, tecnología y sustratos de cultivo, considerando un monto de $8 000.00 por hogar y $100 000.00 por grupo organizado solidario (SAGARPA, 2014).

La capacitación, asesoría técnica y acompañamiento a los hogares, la realizaron prestadores de servicios técnicos profesionales (PSP) contratados por la SAGARPA. En 2014 se inscribieron aproximadamente 50 000 usuarios. En 2015, las instancias promotora y ejecutora, observaron el surgimiento de mercados locales con productos del huerto, y destacó el papel de actores que tomaron en sus manos el liderazgo de sus grupos de origen. El papel de estos líderes fue determinante para la continuidad de los grupos, el trabajo técnico y la aparición de redes de apoyo, como procesos de un capital social emergente. Por lo anterior, este trabajo tiene como objetivo analizar la detonación del capital social, mediante la visión de los actores sociales que lideraron sus grupos de origen, en los estados de Veracruz y San Luis Potosí.

Materiales y métodos

En 2014 a través del CAFPT se constituyeron grupos de trabajo en áreas periurbanas de varias ciudades del país. Cada grupo estuvo ligado espacialmente por domicilio, colonia o barrio, y fueron coordinados por un PSP. Recibieron infraestructura, semilla y capacitación de los PSP, capacitados a su vez por el INIFAP. Esta estructura de trabajo no fue suficiente para efectuar un acompañamiento técnico eficiente, debido a que la gran cantidad de hogares inscritos en el programa. En este contexto surgieron personajes que por iniciativa propia comandaron actividades técnicas y participaron en la organización de sus grupos de pertenencia, actuando como actores estratégicos de apoyo y como gestores e intermediarios ante los PSP. Se destacaron en los grupos de trabajo, promoviendo las tareas y fomentado su resiliencia, lo que a su vez impactó en la estructuración de redes sociales.

En diciembre de 2015, se tomó como estudios de caso a 11 actores del estado de Veracruz y 16 de San Luis Potosí. Se crearon espacios de diálogo, a través de una investigación de carácter exploratorio- descriptivo mediante talleres, con técnicas de encuesta, entrevistas y narrativas, para recolectar información y analizar la dinámica de trabajo y la estructuración de redes sociales. El concepto de capital social fue considerado como instrumento analítico, pues pone de manifiesto la dinámica de reproducción social, pues es una herramienta fundamental para construir distintos tipos de redes sociales a través de la confianza y la solidaridad, (Ahn y Ostrom, 2009; Gutiérrez, 2013).

Los talleres fueron estructurados en cinco tiempos. El primero fue introductorio, y se llevó a cabo con dinámicas de grupo desde perspectivas psicosociales para disminuir el estrés y generar un clima de confianza entre actores y facilitadores; se utilizaron las dinámicas ‘rompiendo tensiones y la telaraña’ (Gómez, 2007; Molina, 2011; Laureano et al., 2015). En el segundo tiempo se aplicó un cuestionario individual de auto reconocimiento y reflexión personal de la experiencia y papel de cada líder en el CAFPT, utilizando la introspección, que arrojó dimensiones importantes que facilitaron la interconexión y dinámica con el grupo, para ello se consideró una lista prediseñada de valores que pueden explicar su contexto, en el entendido que configuraron el trabajo colectivo, y cada dimensión es un entramado de vínculos y acciones. El tercer tiempo incorporó un cuestionario individual que analiza escenarios hipotéticos (solidaridad, igualdad, inclusión, participación, pertenencia y legitimidad) para obtener la gestión del liderazgo, ya que estos conceptos observan una connotación semántica suficiente para hablar de cohesión y el capital social (Lozares et al., 2011).

Cada escenario incorporó cuatro respuestas prediseñadas, cada una manifiesta una vía de acción y generó un valor cuantificable. Los valores de respuesta se construyeron con una escala tipo Likert, donde 1 es bajo, 2 regular, 3 bueno y 4 es excelente. El cuarto tiempo reconstruyó trayectorias con base en una narrativa del desarrollo de la interrelación del grupo a través de la visión de los actores y fue un método para el diálogo abierto, expresión de experiencias y vivencias, como enfoque biográfico parcial (Reyes et al., 2012). El quinto tiempo fue el de cierre y despedida utilizando dinámicas de grupo (Molina, 2011).

Después de aplicar cada cuestionario se realizaron dinámicas de grupo para favorecer el ambiente de trabajo (Molina, 2011; Laureano et al., 2015). En resumen, se analizaron las experiencias de personas que participaron en el CAFPT, para descubrir procesos de pensamiento, autodescubrimiento y creatividad, y los lazos que actuaron como mecanismos de cohesión y continuidad de los grupos. Finalmente, se realizó análisis estadístico descriptivo de los datos de encuesta cuantificables, utilizando XLSTAT© (2015), con estadísticos como el test de Kruskal-Wallis (0.05), Q de Cochran y X2 (0.05).

Resultados y discusión

Los datos de la encuesta mostraron que 96% de los actores señalaron que la dinámica para la integración del grupo fue el reto más fuerte. Lo anterior, se vinculó a un desánimo ocasionado por la tardanza en la entrega de insumos, la mala calidad de la semilla que entregó el proveedor, y bajas posibilidades de acompañamiento técnico por parte de los PSP en los hogares, además de que la mayor parte de población era ajena a las actividades agropecuarias. Por otra parte, los participantes del programa, esperaban un escenario similar al de otros programas sociales, con una dinámica de pagos y entrega de dinero en efectivo, que usualmente acostumbran utilizar para gastos diferentes a aquellos para los que fueron creados. La posición observada en los beneficiarios fue la de individuos que se construyen a sí mismos como sujetos carenciados, miembros de prácticas clientelares e individuos carentes de competencia y escaso poder sobre sus propias circunstancias y condiciones de vida, y no desde sus potencialidades (Zambrano et al., 2009; Gutiérrez, 2013).

La encuesta y la narrativa también mostraron la detonación de vínculos que facilitaron la integración de los grupos en lazos horizontales, y se manifestaron como constructos comunes. Los constructos, favorecieron los vínculos entre los miembros y articularon la dinámica de trabajo y convivencia del grupo, compartida y aceptada por la mayor parte de los miembros, donde la mayoría solo se saludaba ocasionalmente en la calle, en la escuela de los hijos, o en lugares públicos. Los más importantes fueron confianza, trabajo, cohesión y unidad, y estadísticamente formaron un solo grupo (p< 0.05).

La confianza (Figura 1), fue el nodo articulador de los procesos sociales en los grupos y facilitó la cooperación entre los miembros. La confianza es la fiabilidad mutua, pues se asume que ninguno de los participantes dañará o actuará en contra, de manera consciente (Daly y Finnigan, 2016). Es un activo que genera entre individuos u organizaciones, contenidos cognitivos, que se vinculan a las estrategias de acción y a las expectativas que cada cual tiene del otro, por coincidencia de intereses (Ganga y Cassinelli, 2015). Gracias a la confianza, se configuró un ambiente de solidaridad, en individuos anteriormente desvinculados, esto se debe a que en los seres humanos existe una predisposición evolutiva hacia el apego y la socialización.

Figura 1. Constructos o redes sociales que favorecieron la dinámica de grupo.

La confianza, se construyó con siete procesos sociales asociados, que se muestran en el Cuadro 1. De acuerdo a los entrevistados, la confianza es un vínculo de seguridad y certidumbre, y favorece la amistad, la empatía y el respeto. La seguridad y el respeto, fueron procesos importantes para establecer un entorno de confianza (mayor porcentaje), y se encontró que está estructurada por valores éticos. La seguridad, es fundamental para crear confianza, pues proporciona certeza a la reproducción social, estadísticamente marcó la diferencia (p< 0.05), comparada a los otros procesos (Cuadro 1).

Cuadro 1. Redes sociales y procesos que las integran que facilitaron la dinámica de trabajo.

Constructos

Procesos asociados

(%)

X2= 0.05

Confianza* (96%)

1. Armonía

15.38

X2= 12.374

p= 0.0001

2. Empatía

15.38

3. Sensibilidad

15.38

4. Certidumbre

15.38

5. Amistad

34.6

6. Respeto

50

7. Seguridad

57.7

Trabajo* (92%)

1. Experiencia

11.5

X2= 12.6

p= 0.0234

2. Comunicación

11.5

3. Creatividad y reto

19.2

4. Cooperación

23.1

5. Participación

26.9

6. Reciprocidad

30.8

7. Compromiso

50

Cohesión y unidad* (85%)

1. Igualdad

7.69

X2= 12.31

p= 0.0164

2. Justicia

11.54

3. Solidaridad

23.1

4. Reciprocidad

34.61

5. Honestidad

42.3

Dirección* (31%)

1. Control

7.89

X2= 0.526

p= 1

2. Poder

3.85

3. Orden

3.85

*X2= 7.8147, p< 0.0001. Elaboración con datos de las encuestas.

El trabajo como actividad formal, fue concretada bajo la intervención de siete procesos, con el compromiso como piedra angular (Cuadro 1). La actividad agropecuaria como nuevo reto en áreas periurbanas, se estructuró con el compromiso de los miembros que gestaron vínculos sociales. El trabajo permitió la detonación de vínculos sociales (Reyes, 2013), no la integración formal al CAFPT. La cohesión y la unidad del grupo se logró con la intervención de cinco procesos (Cuadro 1), de los cuales, honestidad y reciprocidad fueron los más importantes, e hicieron la diferencia (p< 0.05). Los procesos involucrados muestran patrones de conducta asumidos, aprendidos y socialmente aceptados, raros en sociedades urbanas donde se presume que no existen, y atribuidos a sociedades rurales, regidas por el parentesco (Tereucán et al., 2016) y según Reyes (2013) pero básicos en la colaboración.

Las narrativas indican que la ayuda mutua y las relaciones de solidaridad, que de acuerdo a Tereucán et al. (2016) se construyen bajo las obligaciones de dar, recibir y devolver, representan un modo de intercambio social nuevo en este panorama, y aunque tienen una función económica, constituyen un factor de organización social. Finalmente, dirección, fue crucial para la integración de algunos grupos pues facilitó el paso de relaciones diádicas a colectivas, y validó a los individuos para acceder a los recursos del grupo, (conocimientos, capacidades, riqueza, reciprocidad, intercambio), facilitando el flujo de información, sin embargo, solo fue relevante para una minoría de líderes, y se fundamentó en tres procesos (Cuadro 1).

El entramado de redes que configuran las dimensiones, constituyen canales de relaciones con vertientes verticales y horizontales, las verticales construidas por la dirección; a través, de los cuales los líderes intervienen y direccionan la asociación como acción colectiva, para superar las conductas individuales y alcanzar objetivos compartidos. Sin embargo, la mayor parte de los constructos se configuran bajo lazos horizontales (p> 0.05) pero uno es vertical, pero los cuatro son contextuales, pues surgieron en un espacio definido, teniendo como telón de fondo el CAFPT, y reflejan un momento histórico y social, dentro del cual detonó la articulación de redes sociales (Reyes, 2013).

Las redes de confianza, trabajo, cohesión y unidad, estructuradas por valores éticos, son señalados por Foronda- Robles y Galindo- Pérez, 2012), como formas tradicionales de organización social, propios de sociedades rurales, y muestran el desarrollo autónomo de una dinámica que proporcionó seguridad, mediante vínculos que resaltan la necesidad de las personas de crear espacios de confianza, más allá de los lazos de parentesco y habitar espacios de certeza y previsibilidad, contrario a la incertidumbre de un programa sexenal, y al espacio ficticio de las leyes y las garantías individuales en México, que ofrecieron mayor certeza y credibilidad (De la Peña, 2013).

Como argumenta Rivera-González (2016), se constituyeron redes sociales bajo valores éticos, y las redes constituyeron recursos accesibles a los miembros de los grupos; así, en el seno de la agrupación se intercambiaron bienes y servicios diversos, que operaban fundamentalmente bajo lazos de parentesco, amistad o contrato mercantil. Desde un enfoque cultural, los valores éticos que emergieron favorecieron la asociación, pues las acciones colectivas permiten alcanzar objetivos compartidos, superar conductas individuales y fomentar valores y actitudes orientadas a alcanzar el bien común. En este entorno asociativo se aprendió a convivir, a superar discrepancias, y a sumar esfuerzos para fines deseables (Foronda-Robles y Galindo-Pérez, 2012) y a través de un liderazgo local, los actores desempeñaron varios papeles, dirigir e interactuar, motivar y ser aceptados por los seguidores (Lussier y Achua, 2011; Ramírez, 2012). La Figura 2, muestra las acciones efectuadas por los líderes para facilitar el desarrollo de la actividad del programa y lograr la participación del grupo.

Las acciones que favorecieron un escenario solidario y participativo, con valor regular, y que estadísticamente, formaron un grupo diferente a los demás (Figura 2). El sentido de pertenencia, aunque también marcó un valor regular, fué estadísticamente diferente a los anteriores. Por otra parte se diferenció perfectamente la pertenencia formal al grupo mediante el ingreso ofical al programa, de la legitimada por el reconocimiento y la incorporación a la estructura de acciones solidarias comunes (ayuda mutua), que facilitó el acceso a los recursos (insumos, conocimientos, intercambios, etc).

De acuerdo a las narrativas, se legítimó la pertenencia cuando la solidaridad y la participación favorece al grupo y crea redes de intercambio y redistribucion. De esta forma el liderazgo fundamentó el empoderamiento comunitario, pero la aceptación del grupo acreditó la autoridad del líder, lo cual los estimuló a tomar decisiones y acciones.

Figura 2. Acciones del liderazgo para motivar al grupo. Kruskal Wallis 0.05; p< 0.0001. Literales distintas muestran diferencia estadística. Escala de valor: 1 bajo, 2 regular, 3 bueno, 4 excelente.

 

Este tipo de poder otorgado por el grupo, favoreció el dialogo local y la construcción de una comunidad. Esto muestra, de acuerdo a Rojas (2013), el capital social detonado, al mismo tiempo que acumulado; el liderazgo, fue centrado en las interacciones entre los miembros del grupo, no solo en la siembra de hortalizas, sino que favoreció el desarrollo de  formas de intercambio, de venta y prestamos de semilla, plantulas y cosecha, también se gestaron formas de autoayuda (préstamos de dinero, intercambio de servicios, etc).

El CAFPT, detonó demandas que trascendieron sus propios objetivos, más amplias y fuera de su alcance, diferentes pero inmediatas. Las vías de autoayuda en los grupos, se basaron en fortalezas propias de sus miembros (intercambio de conocimientos, semillas, plantas, cosechas,  gestiones y trámites, etc), otras surgieron de la necesidad (ayuda en el cuidado de hijos, de ancianos y enfermos, de comida, préstamos monetarios). Ambas vías, muestran acciones de empoderamiento de un colectivo a través de la participación social activa, en términos de solidaridad, competencias, confianza y empatía; facilitaron el acceso a recursos de los grupos, enriquecidos por la confianza y el capital social (Rodrigo-Alarcón et al., 2014).

Se gestaron nuevos escenarios sociales, con dinámicas de sociedades organizadas fundamentalmente bajo la expresión de lo contingente y lo no intencional, construyendo vínculos que articulan la reproducción de los pobres en la pobreza (Merchante y Brage, 2012; Paredes et al., 2015). Fue piedra angular la presencia de relaciones de intercambio bajo dos perspectivas, la de productos o mercancías bajo relaciones cuantitativas (intercambio de semilla, plantas, cosecha, préstamos), e intercambio tradicional bajo normas de reciprocidad y relaciones cualitativas (ayuda mutua para el cuidado de niños, ancianos, enfermos, productos del huerto, amistad, etc.). Formas de intercambio que involucran las reglas del mercado, y otras en donde prima la reciprocidad, que parecen diferentes, pero no observan fronteras, y se relaciona con las condiciones de pobreza de los participantes (Tereucán et al., 2016).

De esta manera el capital social incrementó el rendimiento de recursos limitados, al reforzar las contribuciones voluntarias de los participantes (Saltalamacchia, 2015), no solo desde el punto de vista del programa, sino que detonó un desarrollo alternativo; de esta manera se desarrollaron las capacidades individuales y colectivas que transformaron los espacios, sin depender de la voluntad de las políticas públicas, favoreciendo una afirmación identitaria, y aperturaron principios universales, que proyectó a los grupos hacia nuevos espacios de socialización, donde la ayuda mutua funcionó sin contratos ejecutables y facilitó el intercambio de favores (Jackson et al., 2012).

El análisis de la información obtenida por los cuestionarios de autorreflexión y de capacidades de los líderes, mostró que la detonación de los activos sociales, no emergió de forma espontánea, sino a través de las acciones y capacidades de los líderes voluntarios. Es decir, el liderazgo emergente fue el puente que facilitó el desarrollo de nuevos panoramas, ya que a su vez se desarrolló con una base de rasgos sociales y apeló a la solidaridad impulsando este mismo tipo de rasgos. Como punto de unión fue la pobreza y el valor de la seguridad alimentaria. Destacan como capacidades de líderazgo, los rasgos de capacitador, altruismo y asistencia social (buenos de acuerdo a la escala de valor). Como cualidades secundarias, rasgos de facilitador, motivador de la cooperación y mediador de conflictos, con valor regular. En tercer lugar, iniciativa, capacidad de organización y solución de contingencias, con valor cercano a regular y valores más bajos en la escala (Cuadro 2).

Cuadro 2. Principales capacidades detectadas en el liderazgo emergente.

Capacidad

Porcentaje

Medias*

Desviación estándar

Grupos

Solución de contingencias

65

1.7

0.5944

A

Capacidad de organización

95

1.7

0.7121

A

Iniciativa

77

1.9

0.456

A

Mediación de conflictos

67

2

0.8771

ab

Motivación de la cooperación

75

2.2

0.9214

abc

Facilitador

77

2.4

0.6939

bc

Altruismo y asistencia social

85

2.7

0.5064

C

Capacitador

95

2.8

0.5064

C

Kruskal Wallis 0.05; p< 0.0001). *Escala de valor: 1= bajo, 2= regular, 3= bueno y 4 =excelente. Literales distintas muestran diferencia estadística.

Los datos muestran que la capacidad en mediación de conflictos de los líderes, se restringe a las áreas de acción del grupo de pertenencia, mientras que la motivación para la cooperación, va más allá de las redes de afinidad o cercanía. Altruismo y asistencia, fueron definidas desde una perspectiva ética, como una visión del bien, mostrando que este tipo de liderazgo está regido por fuertes compromisos morales, similar al análisis de Frisancho y Pain (2013). Las variables destacadas muestran la importancia de disminuir las brechas sociales, aumentar las capacidades, y fortalecer las oportunidades, para favorecer la seguridad alimentaria y disminuir la vulnerabilidad.

Este tipo de liderazgo emergente, dirigido por determinantes socioculturales, sugiere formas de organización social subyacentes del pasado, y muestra el desarrollo autónomo del capital social, ajeno a las circunstancias que le dieron origen. Para su trascendencia, ya que no fue cristalizado por una estructura formal, se requiere fortalecer su actuación potencial y su capacidad para activar y movilizarlo en términos transformadores, consolidando su participación social y empoderamiento, involucrando a los ciudadanos en políticas de desarrollo para fortalecer el tejido asociativo, mediante la interacción y confianza recíproca entre ciudadanos y gobierno (Holloway, 2015).

Conclusiones

El CAFPT favoreció la creación de un espacio de consenso social, más allá de la actividad técnica, descubriendo un capital social subyacente, donde la acción de un líder comunitario fue determinante.

La emergencia de un liderazgo local, de corte ético-moral, fue fundamental para organizar a los grupos, para su resiliencia y la construcción de vínculos que articularon la reproducción social de los miembros en redes sociales, en un principio contextuales (a las actividades del programa), pero que se esparcieron a otras esferas de la vida social, generando escenarios de intercambio bajo relaciones cuantitativas y cualitativas.

Los líderes emergentes, son referentes de nuevos emprendimientos comunitarios que funcionaron como ejes articuladores en los grupos de origen, con acciones que denotan el valor del capital social para articular a la población, motivar y superar los contextos de pobreza, inequidad y exclusión. 

Literatura citada

Ahn, T. K. and Ostrom, E. 2009. Social capital and collective action. In: Castiglione, D.; Van Deth, J. and Wolleb, G.  The handbook of social capital. Oxford, Oxford University Press. 70-100 pp.

Arreola, K. S. B.; López, C. S. y Espinosa, P. O. 2015. Desarrollo e igualdad de oportunidades en México: una evaluación por cuartiles del programa oportunidades. Rev. Legislativa de Estudios Sociales y de Opinión Pública. 8(15):107-146.

Atria, R. 2003. Capital social: concepto, dimensiones y estrategias para su desarrollo. In: Atria R.; Siles, M.; Arriagada, I.; Robison, L. J. y Whiteford, S. Capital social y reducción de la pobreza en América Latina y el Caribe: en busca de un nuevo paradigma. Comisión Económica para América Latina y el Caribe núm. 71. Santiago de Chile.  581-590 pp.

Cecchini, S.; Robles, C. y Filgueira, F. 2014. Sistemas de protección social en América Latina y el Caribe: una perspectiva comparada. Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). Serie políticas sociales. No. 202. Santiago de Chile. 50 p.

Daly, A. J. y Finnigan, K. S. 2016. Explorando al interior: las redes sociales, la confianza y los líderes de las escuelas de distrito urbanas. REICE. Rev. Iberoamericana Calidad, Eficacia y Cambio en Educación. 12(4):131-161.

De la Peña, S. 2013. Presentación. In: Adler- Lomnitz, L. Redes sociales, cultura y poder: ensayos de antropología latinoamericana 2a. (Ed.). México, DF. FLACSO. 3-9 pp.

Durston, J. 2003. Capital social: parte del problema, parte de la solución, su papel en la persistencia y la superación de la pobreza en América Latina y el Caribe. In: Atria R.; Siles, M.; Arriagada, I.; Robison, L. J. y Whiteford, S. (Eds). Capital social y reducción de la pobreza en América Latina y el Caribe: en busca de un nuevo paradigma. Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). No. 71. Santiago de Chile. 147-202 pp.

Frisancho, S. y Pain, O. 2013. Trayectorias de vida: justicia e identidad moral en seis líderes comunitarios. Schème-Revista Eletrônica de Psicologia e Epistemologia Genéticas. 5(2):160-185. 

Foronda, R. C. y Galindo, P. de A. L. 2012. Argumentación relativa a la confianza territorial. Claves sobre capital social. Cuadernos de Desarrollo Rural. 9(68):41-63.

Ganga, C. F. y Cassinelli, H. C. 2015. Confianza, capital social y democracia: una compleja articulación para el desarrollo. Revista Debates. 9(2):115-138.

Gómez, H. M. J. 2007. Manual de técnicas y dinámicas de grupo para el aprendizaje. Serie Sistema de información científica y tecnológica en línea para la Investigación y la formación de recursos humanos del estado de Tabasco. ECOSUR-UJAT. Villahermosa, Tabasco. 61 p.

Gutiérrez, A. B. 2013. La vieja ‘nueva pobreza’ en Argentina: redes y capital social en un universo heterogéneo. Cuadernos de Relaciones Laborales. Buenos Aires, Argentina. 31(2):313-336.

Herrera, J. E. y Madariaga, O. C. 2013. Comisaría de familia de Canapote: entidad que genera capital social. Revista Guillermo de Ockham. 11(1):49-64.

Holloway, J. 2015. Pensemos en la crisis, pensemos en la esperanza. Crítica y Resistencias. 1(1):43-50.

INIFAP. 2015. Manual técnico para la producción de hortalizas, huevo de gallina y carne de conejo. Agricultura familiar periurbana y de traspatio. SAGARPA, INIFAP. México, DF. 58 p.  

Jackson, M. O.; Rodríguez, B. T. and Tan, X. 2012. Social capital and social quilts: network patterns of favor exchange. Am. Econ. Rev. 102(5):1857-1897.

Laureano, E. J.; Mejía, M. M. L.; Valadez, F. I. y Márquez, A. J. M. 2015. Movilización social y determinantes sociales de la salud: proceso educativo en comunidad rural de Jalisco, México. Estudios Sociales. 23(46):138-161.

Lavinas, L. 2014. La asistencia social en el siglo XXI. New Left Review. 84(1):7-48.

Lozares, C. C.; López, R. P.; Pericàs, V.; Miquel, J. y Martí Olivé, J. 2011. Cohesión, vinculación e Integración sociales en el marco del Capital Social. Redes: revista hispana para el análisis de redes sociales. 20(1):1-28.

Lussier, R. N. y  Achua, C. F. 2011. Liderazgo: teoría, aplicación, desarrollo de habilidades. 4ta. (Ed.). México: Cengage Learning. 458 p.

Manzanares, R. J. L. 2013. Programas sociales: transferencias públicas y privadas en México en relación con la inequidad y la pobreza, 2006-2010. Economía: Teoría y Práctica. 39(2):59-87.

Merchante, C. V. y Brage, L. B. 2012. Organización social, trabajo en red y desarrollo comunitario. El caso de Son Gotleu y Pere Garau. Cuadernos de trabajo social. 25(2):403-412.

Mota, L. 2002. El capital social: un paradigma en el actual debate sobre el desarrollo. Tendencias y problemas. Espiral, Estudio sobre Estado y Sociedad. 9(25):37-65.

Molina, A. M. T. 2011. Dinámicas de grupo para la cohesión de grupo. Innovación y experiencias educativas. 40 (3): 1-41.

Paredes, M.; Sherwood, S. y Arce, A. 2015. Presentación Dossier. La contingencia del cambio social en la agricultura y la alimentación en América Latina. Íconos. Soc. 54(1):11-25.

Ramírez, M. 2012. Estilos de liderazgo y sus enfoques gerenciales. Revista de Ciencias Sociales 18(1):89-98.

Reyes, E. M. I.; Ramírez, C. M. T. y Castillo, S. 2012. Las perspectivas biográficas en la psicología comunitaria chilena. In: Zambrano, C. A. y Berroeta, T. H. (Comp.). Teoría y práctica de acción comunitaria. Aportes de la Psicología comunitaria. RIL Eds. Universidad de la Frontera y Universidad de Valparaíso. Santiago de Chile. 189- 218 pp.

Reyes, E. M. I. 2013. Liderazgo comunitario y capital social: una aproximación desde el campo biográfico. Tesis de Doctorado en Psicología. Universidad Autónoma de Barcelona. Barcelona. 363 p.

Rivera, G. J. G. 2016. El deterioro del capital social como promotor de la violencia y la delincuencia entre la población del municipio de Rio Verde, San Luis Potosí. Papeles de Población. 22(87):103-132.

Rodrigo, A. J.; Parra, R. G. y García, V. P. M. 2014. Efectividad de la orientación emprendedora: el papel del capital social y las capacidades. Investigaciones Europeas de Dirección y Economía de la Empresa. 20(3):131-139.

Rojas, A. R. 2013. El liderazgo comunitario y su importancia en la intervención comunitaria. Psicología para América Latina. 25 (12):57-76.

Saltalamacchia, H. R. 2015. Capital social: concepto y método. In: Charry, C. I. y Contreras- Ibañez, C. C. (Coords.). Capital social: enfoques alternativos. Anthropos. Barcelona. 27-56 pp.

SAGARPA. 2014.  Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación Programa Integral de Desarrollo Rural.  Del componente de agricultura familiar, periurbana y de traspatio. Diario Oficial. México, DF. https://portalsocial.guanajuato.gob.mx/ sites/default/files/programas-sociales/reglas-operacion/2015-SAGARPA-Programa-Integral-de-desarrollo-rural-reglas-de-operacion-0.pdf.

Tereucán, A. J.; Briceño, O. C. y Gálvez, N. J. 2016. Equivalencia y valor en procesos de reciprocidad e intercambio entre los mapuches. Convergencia. 23(72):209-230.

Vargas, F. G. 2002. Hacia una teoría del capital social. Rev. Econ. Instit. 4(6):71-108.

Vite, P. M. Á. 2014. México, ¿Hacia la consolidación de un modelo de igualdad de oportunidades para una sociedad fragmentada? Perfiles Latinoam. 22(44):33-57.

XLSTAT. 2015. Software Estadístico, XLSTAT© 2015 Addinsoft SARL.

Zambrano, A.; Bustamante, G. y García, M. 2009. Trayectorias organizacionales y empoderamiento comunitario: un análisis de interfaz en dos localidades de la región de la Araucanía. Psykhe. 18(2):65-78.